Estas nubes me están recordando que me olvidé el paraguas y algún impermeable. Si quiero llegar a tiempo tendré que empaparme. Empiezo a sopesar eso de empaparme, podría llamarte y decirte que llego tarde, otra vez. Pero ya serían demasiadas veces y eso sería una situación incómoda, casi más incómoda que ir empapado de lluvia.
Salí corriendo, como si eso me hiciera mojarme menos (en esos momentos me encantaría saber de física y calcular las probabilidades reales de mojarme en mayor o menor medida al correr a una determinada velocidad...). De cualquier manera seguía corriendo.
Llovía de verdad.
Cuando la palabra empapado se quedaba corta me di cuenta que de todas maneras iba a llegar tarde.
(21 minutos después)
- Hola... perdón (cojo aire), por (expiro-inspiro) el retraso...
- No te preocupes, realmente venía a decirte que...me voy.
- (...)
Llovía de una manera asesina. Por momentos da miedo y sientes que el techo bajo el que te resguarda es más frágil de lo que aparenta. Mucho más frágil. Y en un instante vi que tus ojos apenas parpadeaban, vi brazos caídos y el ronroneo de la lluvia se instalaba de manera permanente en mis oídos, se entremezclaban con tus palabras de hielo alargando una fría conversación. Con lluvia.
-... me voy... (volvió a decir...)
- no entiendo nada, ahora mismo no puedo hacer alguna conexión razonable en mi cabeza para entender lo que dices .... ¿cuantas palabras son? ¿dos? ¿acaso son seis?...
- (...)
Se dio media vuelta se echó el chubasquero por encima, dijo adiós (con la lluvia era imposible distinguir si dijo adiós con lágrimas en los ojos o no... ) y echó a correr. En aquel instante volví a pensar en la dichosa física y su teoría del espacio tiempo-lluvia. Mientras la observaba marchar a toda prisa le regalaba a mi cuerpo un severo resfriado y dolor de huesos.
Yo sí que pude distinguir el llanto de la lluvia.
No paró de llover en dos horas largas.