Suena el teléfono como un disparo. No sé si quiero mirar la bala caliente de cerca o seguir esquivándola. Y sigue sonando. Aprieto el comodín del silencio para no martirizarme y tratar de tener la conciencia limpia. Sin embargo, la sala está oscura y veo perfectamente el parpadeo del móvil, iluminandolo todo como un intermitente. Justo en el momento que decido encarar la situación, se apaga.
Al rato vuelve a sonar. Misma llamada, misma canción, misma bala, misma munición. Intento apretar el comodín del silencio. Pero en una milésima de segundo lo pienso mejor y le doy a colgar/cortar la llamada.
No hay una munición mejor que esa. Mano de santo.