por Samuel, de Aburrido Cósmico

martes, 16 de marzo de 2010

números



¿Quién está detrás de todo?

¿Hay alguien?

Si esperas, cuenta hasta diez como mínimo.

Ya voy por 39266092837746582736.

Y nada.

Cero.

jueves, 4 de marzo de 2010

la suerte, la mala suerte.




Me compré tres búhos de la suerte y tardé varios días en encontrar una pata de conejo con dimensiones ideales para cualquier bolsillo. No escatimé en esfuerzos y también llevaba encima unos dientes de ajo. Nunca, bajo ninguna circunstancia, pasaba por debajo de una escalera ni pasaba el salero de mano en mano. ¿Por qué levantarse con el pie izquierdo pudiendo hacerlo con el derecho? Jamás aposté al 13. Y entre apostar al rojo o al negro, el rojo era mi color. Nunca llevé nada amarillo encima las veces que eventualmente actuaba en un pequeño teatro. Terror les tenía a los gatos negros y sus poderes maliciosos. Y ni se me pasaba por la cabeza en noche vieja no llevar alguna prenda interior de color rojo. Pisar una mierda siempre fue una noticia agridulce. La de veces que discutí contigo cada vez que abrías un paraguas dentro de casa solo por molestarme! Y ni que decir tiene las verdades como puños que dice Murphy con sus leyes incontestables.

Pasaron los años y me seguía mortificando en buscar y acercarme más a la suerte. Y otra cosa no menos importante: huir de la mala suerte. Sin embargo, jamás (o por lo menos a día de hoy) me tocó ninguna lotería. Me han robado el coche alguna que otra vez. Me he caído con consecuentes fracturas de hombro. Me han roto el corazón y lo he pegado con cinta adhesiva.


Ahora, almuerzo y ceno conejo y no guardo las patas (las devoro). El ajo también me lo como. He comprendido que los búhos esos diminutos, no son más que un objeto decorativo y que las galletas de la suerte no es más que un juego. Visto de amarillo cuando me da la gana y si me encuentro una escalera y puedo cortar camino pasando por debajo, pues lo hago.

Lo de abrir el paraguas en casa, me supera. Y siempre queda una frase recurrente:


Por si acaso.

martes, 2 de marzo de 2010

fábula del dolor



El límite. ¿Donde está el límite?. Y aún peor ¿Quién delimita la delgada frontera del límite? Pretendí salir airoso de un terremoto imaginario, pero con efectos devastadores invisibles en mi rostro, en mis huesos y en la palma de mis manos. Pasaron los días y se hacían extrañamente pesados y con el ronroneo de ti en mi cabeza, aunque no siempre estabas en la cabeza, alguna que otra vez te sorprendí manejando mis manos a tu antojo, pero eso ya es otro tema. Lo dicho, me fui construyendo un día a día distinto, me sentía como un alumno en prácticas, pensaba que haber pasado por algo parecido me serviría de colchón, un colchón enorme y plácido. Pero no. No me sirvió de nada, es como el que se pelea y le rompen la cara... y se cree que a la próxima no le dolerá tanto. Error. De acuerdo, que si lo entrenas, con suerte podrás esquivar los golpes. Algunos. Pero doler, lo que es doler, te dolerá igual. Así de caprichosa se presenta la vida a veces. Mientras nosotros nos empeñamos en delimitar sentimientos, hacer planes a plazo fijo, darle un tiempo limitado al dolor... nos equivocamos. No digas que No por dejarlo para más tarde, porque seguramente llegarás más tarde y alguien habrá dicho antes que tú, y entonces te quedarás con cara de cucurucho sin la bola de helado.
Y eso lastima.

- ¿te quedarás mucho tiempo mirando el minutero o te levantarás ?

- ¿quién cojones eres tú?

- ¿Yo? Mejor que no lo sepas.

- (...)

- Será mejor que empecemos por el principio. Yo soy "eso" que está dentro de ti que te quita el hambre y te impide orinar, cagar y hacer la digestión correctamente. Soy ese virus invisible, incoloro y no demostrado científicamente. Tampoco tengo nombre ni falta que me hace. Me llaman de mil formas y cuando aparezco nunca soy bienvenido... y la verdad, a veces me siento incómodo por ello. Porque a la larga, me suelen agradecer mi "trabajo"... y los efectos virales negativos se vuelven positivos...


- ...¿si no? ... ¿y como?


- Empecemos por dejar el minutero a su ritmo.