El límite. ¿Donde está el límite?. Y aún peor ¿Quién delimita la delgada frontera del límite? Pretendí salir airoso de un terremoto imaginario, pero con efectos devastadores invisibles en mi rostro, en mis huesos y en la palma de mis manos. Pasaron los días y se hacían extrañamente pesados y con el ronroneo de ti en mi cabeza, aunque no siempre estabas en la cabeza, alguna que otra vez te sorprendí manejando mis manos a tu antojo, pero eso ya es otro tema. Lo dicho, me fui construyendo un día a día distinto, me sentía como un alumno en prácticas, pensaba que haber pasado por algo parecido me serviría de colchón, un colchón enorme y plácido. Pero no. No me sirvió de nada, es como el que se pelea y le rompen la cara... y se cree que a la próxima no le dolerá tanto. Error. De acuerdo, que si lo entrenas, con suerte podrás esquivar los golpes. Algunos. Pero doler, lo que es doler, te dolerá igual. Así de caprichosa se presenta la vida a veces. Mientras nosotros nos empeñamos en delimitar sentimientos, hacer planes a plazo fijo, darle un tiempo limitado al dolor... nos equivocamos. No digas que No por dejarlo para más tarde, porque seguramente llegarás más tarde y alguien habrá dicho Sí antes que tú, y entonces te quedarás con cara de cucurucho sin la bola de helado.
Y eso lastima.
- ¿te quedarás mucho tiempo mirando el minutero o te levantarás ?
- ¿quién cojones eres tú?
- ¿Yo? Mejor que no lo sepas.
- (...)
- Será mejor que empecemos por el principio. Yo soy "eso" que está dentro de ti que te quita el hambre y te impide orinar, cagar y hacer la digestión correctamente. Soy ese virus invisible, incoloro y no demostrado científicamente. Tampoco tengo nombre ni falta que me hace. Me llaman de mil formas y cuando aparezco nunca soy bienvenido... y la verdad, a veces me siento incómodo por ello. Porque a la larga, me suelen agradecer mi "trabajo"... y los efectos virales negativos se vuelven positivos...
- ...¿si no? ... ¿y como?
- Empecemos por dejar el minutero a su ritmo.