por Samuel, de Aburrido Cósmico

jueves, 22 de mayo de 2008

cuestión de suerte



Te caes, he inmediatamente lo primero que piensas es en volver a levantarte. Piensas que es la mala suerte. Te vuelves a caer, y esta vez el impulso de levantarte ya no es tan poderoso, pero aún así, te levantas. Dudas, pero sigues culpando a la mala suerte. ¡Zas! Otra caída. La tercera que cuentas. Entonces piensas que lo importante no son las veces que te caes sino lo doloroso que resulta levantarte. Piensas en la mala suerte, pero ya lo haces como una excusa, una forma más de convencerte a ti mismo de que otra cosa no puede ser. A partir de ese momento, caminas pero forzosamente más lento, con cuidado de no volver a caer. Ya no pueden haber descuidos -piensas- pero no sabes que todo no puede estar bajo control. Entonces caes. Irremediablemente es la peor caída. La que más duele. Aunque hubieses caído sobre un suelo acolchado sería sin duda, la peor caída. Te volviste a levantar. Esta vez pensaste que la mala suerte es una puta caprichosa que está aliada con el azar y si existiera el destino, también estaría aliada con él. Y te cabreas con ella.
Otro día. Pero esta vez te salió bien. Y eso que ibas corriendo. Nadie se lo esperaba, pero saltaste tan alto que llegaste a desfigurar la silueta de una nube a tu antojo. Cuando aterrizaste no le echaste la culpa del éxito a nadie. Ni siquiera pensaste en nada extraordinario. Pensabas que todo era normal y merecido. Te pusiste tus medallas y te atribuiste todos y cada uno de los méritos. 
Ni por asomo te acordaste de la buena suerte.