Era inevitable y finalmente pasó. Aunque hubiese hecho tres veces más de lo que hice, no había vuelta atrás. Los cuellos dejaron de girar. Como aspas de ventiladores parando casi a la vez, con el ronroneo anunciando algún tipo de final. Fin de ciclo. Fin de etapa. Fin después de todo.
Era inevitable y también pasó. Sin esperarlo y sin planificarlo la brisa de un nuevo aire encandilaba a mis sentidos muertos y resucitados. La luz invisible que proyectabas juro que era más cegadora que cualquier luz.
Los ventiladores se pusieron en marcha, de nuevo.
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